20 julio 2011

El tren, o el viaje de la vida

A veces me es inevitable escribir de las cosas personales que me pasan por la cabeza. Un amigo, mi pareja, la familia, el trabajo (sí, tengo trabajo, la lotería de los últimos años), el tiempo de ocio… cosas del día a día, eso en pocas palabras.

Ahora mismo me encuentro de camino a casa en un tren tras 3 días de estancia en otra provincia por motivos laborales (soy una chica con mucho léxico). Sin quererlo me pongo a pensar en el tren, más concretamente en los viajes en tren.

Un viaje en tren puede ser surrealista, aburrido, rutinario, oportuno… de mil maneras, y en él pueden pasar múltiples anécdotas…o ninguna.

La vida es más o menos un viaje en tren, con sus múltiples paradas, paradas en las que pasamos temporadas de mayor o menor duración. Algunos de nosotros cuando nos bajamos ya no volvemos a subir en el tren, y los trenes pasan y nosotros los miramos pero simplemente no subimos.

Los motivos pueden ser varios, una madre, un hijo, un trabajo, una idea, una esperanza, una promesa, tu pareja…Todo ello EXCUSAS. Excusas siempre y cuando no estemos contentos con el destino que hemos elegido, con la parada en donde decidimos un día bajarnos del tren. Y los trenes pasan y pasan, pero es más fácil quejarse en silencio que armarse de valor y volver a subir al tren. Tal vez no se haya subido nunca y su miedo radique en “viajar”, tal vez usted tenga miedo a ser más feliz, ¿le parece una tontería? Hay más gente de la que se imagina que tiene miedo a ser feliz, que se “autocompadece”, que le es más fácil echarle la culpa al resto o a sus “circunstancias” que luchar, las batallas nunca fueron fáciles.

Y no se equivoque, no se lo pasa mejor el que viaja en 1ª clase que el que viaja en turista. A veces de nada sirve el vino, la comida o el champagne de la 1ª clase para hacer un viaje interesante, para hacer que tu viaje en tren te satisfaga y una vez llegado a tu destino lo recuerdes con una sonrisa en los labios.

Muchas veces el viaje de turista es más divertido, sólo tienes que saber disfrutarlo. Una vez alguien a quien aprecio mucho con un alto poder adquisitivo me dijo “daría todo lo que tengo por ser la mitad de feliz que tú”. Tengan en cuenta que una servidora no es más que una chica común y silvestre más, que la mayoría de veces pasa la semana con 40 euros incluyendo comida y gasolina, que cuando viaja adelgaza, pero que sin embargo disfruta.

Cuando te bajes en una parada disfrútala, en el momento que dejes de hacerlo, pregúntate de si es el momento de volver a subir al tren.